Aunque la Revolución de 1811 no logró la independencia, el sacrificio de Francisco Antonio de Zela fue un motor para las futuras luchas que llevarían al Perú a alcanzar su libertad definitiva en 1821. Zela fue encarcelado y condenado a muerte, pero su legado como mártir de la independencia no fue olvidado.
Con el tiempo, se consolidó como una figura crucial para la memoria histórica peruana, no solo por su acción militar, sino también por su contribución a la creación de un sentimiento nacionalista en el pueblo. Su figura fue adoptada por diversas generaciones de patriotas, quienes, inspirados por su ejemplo, continuaron luchando por la independencia del Perú.
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